sábado, 12 de julio de 2014

Sobre ruedas


Arte Sobre Ruedas es un proyecto urbano de intervención artística encabezado y curado por Alexis Busquet que incentiva, tanto el desarrollo cultural del país en el sector de las artes plásticas, como también fomenta el crecimiento de nuevas micro-empresas locales. Con la participación de aproximadamente 100 artistas convocados, se ejecutaron murales sobre la superficie exterior de unos 144 vagones que, eventualmente, recorrerán alrededor de toda la isla, integrándose al ofrecimiento del arte público en Puerto Rico. Esta gestión colectiva que coordina C787STUDIOS para el escenario cultural del país, basa su objetivo en la re-dirección del programa de Microempresarismo Urbano del Departamento del Trabajo dirigido a cesanteados de la ley #7.


La idea de explorar nuevos soportes de expresión a través de este proyecto colectivo de gran escala, no sólo estimularía la productividad en el sector de las artes visuales, sino también expondría ante la mirada pública las nuevas facilidades que, intervenidas por artistas, se transformarían en mobiliarios urbanos atractivos para futuros comerciantes deseando emprender con sus negocios en tiendas rodantes. Cada vagón pintado recorrerá por distintos sectores de la isla, ocupados con los servicios que estas nuevas tiendas de comercio ofrecerán para los consumidores en la calle. Algunos de estos mercados podrán ser de artesanía, floristería, gastronomía, barbería, etc.


Para la creación de nuestro mural quisimos contar con la colaboración de Alexis Busquet y Bik Ismo, artistas a quienes admiramos enormemente por su gran contribución al escenario alternativo del arte callejero en Puerto Rico. De entrada sabíamos que improvisaríamos de manera automática con trazos simultáneos sobre toda la superficie del vagón, evitando cualquier idea preconcebida que pudiera irrumpir con el ritmo espontáneo e intuitivo del proceso creativo. Capas sobre capas de color fueron acumulándose como en un palimpsesto de figuraciones abstractas sobre el soporte entero, hasta definir el protagonismo del diseño en la forma orgánica predominante. Alguna iconografía representativa del trabajo de Bik Ismo y de Alexis Busquet fue incorporada en la composición como evidencia de sus aportaciones en la creación de la obra. Sin embargo, en lo que sí estábamos de acuerdo de ante mano, era en el resultado no-objetivo de la imagen final, puesto que el diseño debía divorciarse totalmente del lenguaje publicitario. Para nosotros era necesario que el mural lograra su independencia respecto a cualquier propósito específico que anunciara o ilustrara productos en la mercancía de cualquier comerciante.


La primera etapa del proceso se basó en la tarea de conquistar primero el soporte mediante la distribución balanceada de los elementos pictóricos neutrales, ordenados a lo largo de las cuatro caras del vagón. Una vez esbozado este primer tejido de formas grises, entonces introduciríamos los colores fríos, cuidando cada vez más la precisión del trazo al disminuir también el tamaño del pincel. A esto luego le seguiría la agregación de los colores calientes, hasta por fin definir el detalle de las formas principales que ahora comenzaban a solaparse.


Ya cuando nuestro mural parecía terminado, en realidad sólo empezaba. Decidimos auto-crucificarlo en las cuatro caras del vagón sin el consentimiento de nadie. Fue un acto gestual, espontáneo y auto-vandálico sin advertencias. No lo planificamos, sino que surgió repentinamente con la necesidad de imitar las cruces blancas que un desconocido había pintado sobre los murales de Santurce, realizados para el evento urbano "Los Muros Hablan" que se celebró el año pasado.


A fin de cuentas, aquellas cruces que había hecho este perfecto desconocido, hoy odiado unánimemente, sólo enfatizaron más en las obras destruidas. El gran oponente del arte callejero había conseguido todo lo contrario a lo que declaraba con su mensaje, fortaleciendo las obras que tanto lo irritaban con los frutos de la controversia, e inspirando al respecto la empatía en las masas que ahora preferían defender el arte urbano a pesar de sus estigmas. Positivamente todo esto se difundió en los medios de comunicación alrededor de la isla, cosa que al final le benefició a la gestión de "Los Muros Hablan". Si acaso las cruces crucificaban a alguien con la opinión pública, sólo crucificaba al mismo fanático religioso quien las había ejecutado impulsivamente.


No obstante, las cruces blancas nunca dejaron de ser las imágenes más imponentes que alguna vez habían visto las calles de Santurce hasta el momento. Ni siquiera las había creado un artista y al instante ya acaparaban la opinión de la gente. Estas cruces blancas, brutas, torpes, simples en su síntesis formal, eran tan siniestras, violentas e injustas como el propio coraje que expresaban. Alentaban a cualquiera en cualquier conversación. Eran una respuesta magnética de otras muchas más que necesitaban atenderse. Ellas, con su crudeza y su espontaneidad visceral, convertían del absurdo callejero una pesadilla verídica y peligrosa, más cercana, real e íntima de lo que nosotros mismos creíamos. Esos tajos blancos, cruzados con odio, como chorreando la sangre plástica de un mártir jamás pintado, inmediatamente habían logrado impregnarse para siempre en nuestro imaginario colectivo como si este fuera su calvario. Nosotros quisimos apropiarnos de toda esta connotación imitándolas en la obra.


En nuestro contexto, tachar sería enfatizar y auto-crucificarse, en cierta medida, sería lacerar el propio trabajo arduo de uno mismo, como en un gesto de oblación. Comoquiera, todo ese sacrificio con cual ejercemos nuestra vocación por el arte, nunca dependerá del aplauso de otros, ni tampoco de lo contrario. Apropiarse de estas cruces blancas era en una forma de cicatrizar esos miedos, esas frustraciones y esas angustias que provocan en algunos las ansias de ser aceptados y aprobados por su audiencia. Todo este intento de emularlas era deliberadamente un acto de flagelarse contra el látigo del juicio que castiga o premia.


Aunque por un momento causaron perplejidad entre el grupo de amistades que allí pintábamos, de igual forma también provocaron la reflexión que exigían. En seguida las cruces incitaban en cualquiera las ganas de reaccionar contra ellas hasta borrarlas. Esto jamás debía reprimirse. Mientras la pintura aun estaba fresca, las cruces sufrían las transformaciones necesarias para dejar de ser simbólicas dentro del caos que ellas mismas habían ocasionado. Cuando quedaron enterradas bajo los rastros del desquite, el mural empezó a desenvolverse a favor de un trazo oscuro, continuo e inminente. El empleo final del color negro amarraba finalmente la composición, demarcaba los marcos del vagón y editaba los trazos dislocados en la batalla contra las cruces blancas.


Incluso, aun después de terminar el mural se notaban las cruces, y aunque esta vez ahogas totalmente dentro de la intervención de todos, todavía existía una huella del intento camuflado. La gran lección para nosotros fue la de re-evaluar la iconografía cristiana más allá de su contexto dogmático, sobre todo, para entender su potencia discursiva mejor implícita en el aspecto formal del diseño, en el trazo, en el comportamiento pasional del gesto y en la connotación sicológica que implica el símbolo nutrido con un nuevo contenido para el arte callejero.

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