martes, 26 de noviembre de 2013

Predicando en calzoncillos


No todo los actos vandálicos tienen que ser intervenciones físicamente permanentes o destrucciones concretas plasmadas con intenciones irreversibles sobre la propiedad privada de los mobiliarios públicos. Una idea, un gesto y una acción notoria, por más efímera o intangible que sea, de igual modo consigue la misma capacidad de perpetrar para siempre el entendimiento que tenemos de las cosas que formar parte de nuestros códigos sociales. Transformaciones trascendentes en el inconsciente colectivo y en la concepción de los asuntos populares, no necesariamente dependen del registro perpetuo que anhela la marca eterna impregnándose por siempre en el entorno público de una comunidad. Mediante tácticas creativas de intervención hacemos borrosa la idea del vandalismo, sin tener que asumir las consecuencias legales que implicarían nuestras acciones de ejecutarlas. De la misma manera en que agilizamos la acción y el proceso pensando nuevas formas efímeras de ejecución, también convertimos la técnica en un acontecimiento más interesante de exponer para los espectadores que contemplan su perspicacia. ¿Será necesario incurrir siempre en el delito para vandalizar lo que representa un símbolo oficial y honorable? ¿Cómo podemos perpetrar la idea del monumento tradicional sin necesariamente agredir físicamente la propiedad privada del estado? Estos argumentos los tomábamos en cuestión semanas antes de reaccionar contra el busto que homenajea a Antonio Rafael Barceló en la plaza del Barrio Obrero, en San Juan, Puerto Rico.


Lo que sobró de un plástico grueso y transparente destinado a la basura se aprovecharía como soporte para la realización de esta obra; de modo que plasmaríamos con este material fortuito un dibujo sobre la superficie del pedestal sin tener que marcarlo, sobre todo, calculando que la gestión de instalar la pieza en el monumento necesitaría ser una acción eficaz: tan fácil de montar como rápida de remover en cualquier instante. El plástico, que quedaría grapado al voladizo del pedestal con pinzas de resorte, descansaría contra el pedestal como una especie de estandarte oficial o pancarta publicitaria. Todo se concibió considerando la estética vandálica del graffiti urbano, porque aunque el empleo de su técnica no fuera un delito, el diseño cínicamente debía sentirse todavía tan ligero como un gesto espontaneo e ilícito sobre el muro. Sabíamos que en su tono debía ser caricaturesco, satírico e ilustrativo, y que acudiríamos a la irreverencia con el propósito de exponer en calzoncillos al sujeto honorable. Obviamente, necesitábamos que el dibujo lineal representara a la figura masculina, no sólo por el contexto del refrán que revelaría al homenajeado predicando la moral en calzoncillos, sino también por la semántica lingüística del género implícito en las palabras: patrimonio, patriarcado y patria. A los calzoncillos le añadimos el sello “Hecho en Puerto Rico” queriendo aludir con ironía al legado histórico de Barceló, quien fundó la asociación de los productos hechos en el país.


Han sido tantas las promesas hipócritas de integración social que se han ofrecido por figuras políticas a través de la historia, siempre con el mismo discurso farsante de anexionar al barrio con los privilegios del resto de la ciudad capitalina, que ya hasta el propio monumento en la entrada de la plaza contradice los ideales mismos que celebra. La realidad es que la comunidad dominicana del Barrio Obrero siempre ha quedado marginada y desatendida por gran parte del sector sanjuanero, debido al estigma injusto que le hemos creado con nuestros prejuicios. Lo lamentable es que el monumento a Antonio Rafael Barceló se haya convertido en el símbolo de un pueblo puertorriqueño que desde su inicio lleva predicando la moral en calzoncillos. Realmente nuestra intervención efímera nunca quiso ser un ataque personal contra el homenajeado, pues en gran medida también lo admiramos, sino una caricatura temporera del ridículo que hacemos como pueblo cada vez que basamos las fantasías de nuestros discursos humanistas en un ideal que en la práctica nunca persigue los resultados que anhela.

3 comentarios:

  1. MAGNIFO. ESE ES EL PUNTO DE ESOS DEMAGOGOS QUE HAMBREARON LA ISLA POR DECENIOS Y EN RODILLAS DELANTE DEL GRINGO.

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  2. MAGNIFICO. ESE ES EL PUNTO ANTE ESOS DEMAGOGOS QUE HAMBREARON LA ISLA POR DECENIOS Y EN RODILLAS DELANTE DEL GRINGO.

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