lunes, 16 de febrero de 2009

Ruta naranja


Un fruto caído es un cuerpo olvidado, un acontecimiento pasado de su apogeo y de la cumbre de su máximo esplendor existencial. Destino al suelo se ha colmado de madurez. Es una experiencia de frustración ajena saber que nunca logró seducir la mano de quien pudiese alcanzarlo en el huerto. Entonces, el árbol expulsó su desperdicio y lo regaló como fertilizante para la tierra devorar. Tal vez en otra vida el fruto germine alcanzando nuevamente el apoyo de aquella rama que reciente ha perdido. No obstante, por ahora se pudre; y aunque siempre fue vulnerable, ya no le apetece a nadie, salvo a aquellos gusanos que hoy lo consumen. Su sórdida apariencia es la melancólica evidencia de un deseo nostálgico. De repente es un cuerpo caído que anhela su antigua lucidez contemplando la fugacidad de su momento oportuno. El fruto sueña con su memoria: cae, rebota, rueda, se entierra, brota, e inútilmente intenta alcanzar reiteradamente una rama cualquiera; sin embargo, fracasa contra el suelo sin más opciones.


Este pensamiento nos acompaña durante el trayecto hacia el emplazamiento, donde deseamos realizar una intervención artística en colaboración. Cruzamos por los cultivos de naranjos en busca de un bosque atrapado entre las fincas de Castellón. Durante el mes de febrero ya se empiezan a ver los naranjos caídos, formando rutas anaranjadas entre los árboles. Es imposible levantar la vista cuando caminas entre ellos. ineludiblemente te encorvas cabizbajo, con los ojos amarrados al relumbrante color que distingue, del resto del paisaje, estos frutos caídos. Así los perseguimos todo el camino, dirigidos por un sendero anaranjado y curvilíneo. Tras su repetida presencia nos paseamos entre los enanos árboles de naranjos, cada vez acercándonos más al destino.



Al fin llegamos para descubrir que en este bosque pequeño no existen frutos. Los árboles tampoco tienen hojas, sólo son altos troncos erguidos rascando el cielo a favor del viento. Inmediatamente comenzamos a entender su espacio trabajando con los recursos que abundan en el lugar. Sin preámbulo alguno recogemos los naranjos caídos de las fincas circundantes. Las fincas nos sirven como cantera inagotable de este pigmento anaranjado que contrasta ante el paisaje circunscrito. Se trata de concebir el emplazamiento como el taller de todos los recursos: el lugar provee los materiales y las herramientas que necesitamos, en cierto modo va dictando la manera de ejecutar un gesto. Si el lugar nos conmueve es quizás porque tiene algo que contar de nuestra individualidad colectiva; entonces nos toca descubrir que es... quién somos en relación a nuestro entorno.



Con la abundancia de naranjos podridos, inconscientemente comenzamos a representar al individuo con el colectivo. Por intuición formábamos una ruta curvilínea de naranjos. Ésta aparentaba coser el paisaje entre los árboles. Sugiere el acontecimiento de una caída, pero también el impotente anhelo por regresar nuevamente a la rama. La composición secuencial nos remite a las cronofotografías de Eadweard Muybridge. El fruto cae, rebota, rueda, se entierra, brota, e inútilmente intenta alcanzar la rama, fracasando contra el suelo nuevamente.


2 comentarios:

  1. La obra escultural medio-ambientalista que has creado va muy de acuerdo con las instalaciones de belleza efímera de Andy G. Has logrado con esta instalación combinar formas texturas y colores que contrastan y resaltan en un bosque silencioso y quieto. Al ser una intervención y obra efímera, solo perdura la obra en fotografía, de la cual podrías elaborar y manipular un poco más de manera a sugerir un sentir de magia y misticismo en la composición. Posiblemente esa representación logre hacer referencia a la imagen como un mero recuerdo, capturando la escena de belleza efímera según lo recuerda el artista... y no como una mera documentación. Te felicito por generar y recrear la composición en el bosque. La instalación y la toma filmadas en el atardecer, logran resaltar el contraste del color de las naranjas en contraste a los grisáceos del bosque y el cielo azul. El uso de las naranjas onduladas y repetitivas atravesando el bosque crea una interrupción visual al silencio y tranquilidad del bosque. Los elementos se unen en una composición espacial. Has logrado evocar un aire de tranquilidad y silencio en el ambiente interrumpido levemente por una intervención visual de colores, texturas y formas en el medio ambiente. Esta composición capta un sentir romántico del paisaje que a su vez es dinámico y visualmente cautivante.

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  2. Una creacion interesante. Natural y refrescante.

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