miércoles, 26 de enero de 2011

De un pájaro las dos alas...


El 12 de noviembre del 2010 fuimos invitados al pueblo de Sueca, en Valencia, España, para intervenir con una acción artística en la plaza del ayuntamiento. Este acontecimiento público tendría como propósito la inauguración de una muestra organizada por el Excamo Aymto de Sueca, comisariado por el Dr. Pablo Sedeño Pacios y en homenaje al vigésimo sexto aniversario del célebre artista, Enrique Moret Astruells. La muestra conglomeraría una variedad interdisciplinaria de artistas, tanto valencianos como cubanos, que en sus obras, transmitiesen el legado cultural que dejaría el maestro tras su fallecimiento en la Habana, Cuba.


El espíritu revolucionario de Moret siempre fue un ejemplo en vida y obra, no sólo para el tema de la historia sociopolítica de los países en conflicto durante guerras civiles, sino también para el asunto cultural de las artes plásticas, tanto en España como en Cuba. Con sus setenta y cinco años de vida, Moret fue un gran revolucionario en todo sentido de la palabra, convirtiéndose además en un eminente escultor, dibujante, grabador y ceramista que dedicaría su esfuerzo a impartir la docencia de sus conocimientos artísticos adquiridos a través de la experiencia. Tras la guerra civil española, Moret no tuvo de otra más que exilarse en Cuba, así evadiendo el régimen intolerante de la dictadura franquista. Durante el resto de su vida conjugaría la disciplina técnica de la escultura con la lucha política y la enseñanza académica del arte, eventualmente ocupando un puesto como decano en el Instituto Superior de Arte de la Habana. Solidario con la revolución cubana, también formaría parte del movimiento histórico que alcanzaría la independencia política del pueblo. Su memoria hoy día se cultiva como un modelo de valentía para aquellos individuos que luchan por sus ideales con integridad y los defienden hasta en sus últimas consecuencias. Artistas de diversas disciplinas todavía se inspiran en la reminiscencia de su fuerza creativa y la expresan en sus obras para conmemorar el vigor de un espíritu libre.






Unos días antes de la inauguración, visitamos el pueblo de Sueca con el motivo de conocer y estudiar la idiosincrasia del emplazamiento donde íbamos a intervenir, así planificando de ante mano las posibilidades técnicas con cuales podíamos contar para la realización de nuestra acción en la plaza. Investigando acerca de los asuntos culturales y económicos del pueblo, descubrimos que Sueca corresponde a un nivel de alta importancia para la agricultura de toda la Comunidad Valenciana; puesto que el pueblo es reconocido por su larga tradición en el cultivo del arroz. Sus albuferas circundantes nos inspiraron con la idea de utilizar los mismos productos agrícolas del pueblo para relacionar la obra en su respectivo territorio.


Decidimos realizar la acción con recursos orgánicos y oriundos de la región, por lo que nos valimos de arroz, semillas y harina para esbozar un dibujo colosal que ocuparía gran parte de la plaza. La obra expresaría nuestra solidaridad con el pueblo cubano, quien acogería a Enric Moret para rescatarlo del abandono de sus tierras. La acción surgió en la plaza de manera espontanea, desarrollándose a medida que interrumpía con el comportamiento habitual de sus destinatarios. Apenas sacábamos los materiales para comenzar a trabajar, y los niños, curiosos, se acercaban a investigar lo que organizábamos en el momento. Dirigiendo los impulsos intuitivos de la improvisación, decidimos invitar incondicionalmente a quienes quisieran participar en la creación automática de la obra.




Con la colaboración inmediata de los niños, más la energía que le dedicaron al proyecto, logramos construir primero la imagen esquematizada de un pájaro. Esta idea simbólicamente representaría el concepto de la libertad que alcanzaría Moret mediante la indomable lucha de su sediciosa vida. Nuestro designio quería reverenciar su figura pública en la forma de un pájaro, cuyas alas vincularan la identidad caribeña de Cuba con nuestro país, Puerto Rico. Según los versos revolucionarios de Lola Rodríguez de Tío, “Cuba y Puerto Rico son/ de un pájaro las dos alas/ reciben flores o balas/ sobre un mismo corazón”, por lo que también le sembramos flores brotando de una cremallera abierta en el centro de su pecho.




La interacción de los niños en la plaza fue asombrosa. Desde temprano en la mañana demostraban un interés exuberante, queriendo aplicar con sus propias manos, las semillas que les hacíamos disponibles. Poco a poco, los más atrevidos iban incorporándose al proyecto, e involucraban al resto contagiando de confianza hasta los más retraídos del grupo. Una vez el reloj marcó la hora del almuerzo y quedó conclusa la figura esquematizada del pájaro, aprovechamos el campo interactivo de la plaza para esbozar con harina una serie de diseños fractales que recorrerían motivos abstractos por todo el suelo de adoquines. Según se arropaba la plaza con la sombra de la tarde y terminábamos de elaborar el diseño, también se incrementaba con presteza el entusiasmo de los niños, manifestando la absoluta soberanía de sus puericias como ráfagas soberbias en un divertimiento incontrolable. Corrieron, brincaron, bailaron y reinventaron la obra en el contexto de una inmensa peregrina sin reglas. Jugaron a rebozarse las manos con el mismo dibujo, pero con tanta energía que acabaron por desaparecer el rastro mismo de lo que habían plasmado. Y es que, la misma inercia que impulsa en uno las ganas de crear algo tan vulnerable, es la misma que provoca en otro la impetuosa voracidad de querer devastarlo por completo. Esto nunca debería reprimirse.








No quedaba nada cuando cayó la noche. La plaza, vacante, permanecía sola en el centro del pueblo. Parecía empezar a asimilar el alivio de su silencio decisivo en el último eco que escapaba de la gente. Todas las personas en la plaza se habían dirigido hacia la apertura de la exhibición que apenas comenzaba unas calles más arriba. Los niños, por fin, habían cansado todo el ímpetu de sus juegos para regresarse exhaustos a la conformidad de sus hogares. Sobre los adoquines ni se distinguía el más mínimo indicio de algún dibujo con resistencia. Eran tantas las semillas derramadas por los desbarajustes del azar, que ahora solamente podían descansar allí, regadas, y a la merced de los pájaros nocturnos. Lo único que sobraba en el emplazamiento era un fresco olor a harían blanca y en nuestra memoria se difuminaba con toda la experiencia visual de lo que acababa de ocurrir durante el día.



2 comentarios:

  1. queridos compartidos,
    habláis de libertad y obráis la libertad y dais la libertad:
    pequeñas manos, gritos y carreras
    esa frescura de vuestros cómplices, los niños
    como mareas vivas
    como brisas vibrantes
    ordenando y desordenando el arroz, las semillas, la harina,
    danza coral que es pintura y vida y arte
    tomando un pueblo;

    no creo que el resultado sea efímero
    sino más bien que la obra, el pájaro
    sigue transformándose
    volando
    dando plumas y creando cielos
    en el silencio de los corazones de los que han participado
    y en el mismo corazón de ese espacio, plaza, lugar ombligo de encuentro que, tan bellamente,
    fue visitado y florecido.

    Gracias, como siempre, por ese estado de Gracia que sabéis favorecer y plasmar.

    Hasta pronto

    la peregrina

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  2. Un trabajo super chulo, felicidades por el blog, os espero aquí en Grecia, para que hagamos algo juntos! y salir de fiesta para celebrarlo!!!

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